lunes, 9 de septiembre de 2013

MADUREZ A PINCELADAS...



Miro May Photography- Etipia-




















Y TU, ¿Cómo te sientes?

Madurez es el arte de vivir en paz con situaciones que no podemos cambiar o tener el valor de cambiarlas cuando las circunstancias así lo exigen.

Madurez es saber controlar la ira y zanjar las diferencias sin violencia ni destrucción. Significa paciencia. Es la libertad de de saber rechazar un placer momentáneo en aras de una felicidad duradera.

Madurez es perseverancia y habilidad para llevar a cabo un proyecto a pesar de los obstáculos o descorazonadores fracasos. Es la capacidad de enfrentrarse a las desgracias, frustraciones, molestias y derrotas.

Madurez es humildad, tener el valor de reconocer cuando se está equivocado.

Si la razón está de nuestra parte, no experimentar la satisfacción de decir “yo lo advertí”. Madurez es tomar una decisión y sostenerla.

Madurez significa cumplir con la palabra dada. La gente inmadura se pasa la vida explorando posibilidades, sin fin, y termina por no hacer nada positivo.

Las personas que carecen de ella son maestras en las disculpas, son aquellas que viven confusas, que se convierten en una cadena de promesas rotas, de amistades pasajeras, de cosas y negocios sin terminar.

Madurez es el arte de vivir en paz con situaciones que no podemos cambiar o tener el valor de cambiarlas cuando las circunstancias así lo exigen. Madurez es nuestra propia vida sin tapujos ni encubrimientos, es la verdad convertida en palabra, la misma que una vez empeñada no se debe dejar de cumplir.

En pocas palabras, la madurez es la experiencia en sí que se adquiere cuando uno vive a plenitud el día a día, haciendo lo correcto para no dar el paso hacia el entrampamiento de la palabra falsa.

La madurez nos enseña cuán fácil es vivir cuando uno tiene voluntad de ser honesto consigo mismo y con los demás, a no ser que tu vida esté envuelta con el manto de la hipocresía. Madurez, palabra que enaltece a todos aquellos que sabemos medir nuestros esfuerzos y promesas sin faltar a ellas.

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Abraham Abulafia, con Mario Sabán